EL BUENO, EL MALO Y EL FEO DE SERGIO LEONE (1966): CRÍTICA

El bueno, el malo y el feo es una película del género spaghetti western estrenada en 1966. Fue dirigida por Sergio Leone y protagonizada por Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Eli Wallach. El guión fue escrito por Age & Scarpelli, Luciano Vincenzoni y Leone. La fotografía estuvo a cargo de Tonino Delli Colli, y la banda sonora fue compuesta por Ennio Morricone.

Es considerada como una de las mejores películas de la historia. Algo que dice Tarantino acerca de esta película es que la escena del duelo es la mejor dirigida de toda la historia del cine. Durante 3 minutos, únicamente vemos a 3 hombres mirándose, con nerviosismo, miedo o la más absoluta frialdad, todo con un montaje perfecto. Hasta que todo se resuelve con un mero disparo. La música de Morricone es genial durante toda la película, pero particularmente en el duelo final adquiere un ritmo casi hipnótico.

A esta película es muy difícil buscarle fallos. Es un compendio de virtudes que van desde la dirección, hasta la interpretación, pasando por la fotografía, y cómo no, la música. Todo ello pasando por la parte más elemental del cine de Leone: la ambición desmesurada por el dinero. Este es el epicentro de un guión genial: encontrar un tesoro cueste lo que cueste, sin importar a qué o a quién hay que matar.

Sus personajes son una especie de estereotipo de los clásicos protagonistas de los westerns, sólo que aquí la línea que separa a uno de otro nunca está clara. El bueno mata, el feo mata, y el malo mata. Como todo personaje leoniano, estos tres se guían por el instinto humano de supervivencia, o ellos o él.

Pese a las dos horas y media de duración al film no le sobra ni un solo fotograma. Todo está salpicado de humor negro, miradas capaces de hablar por si solas, momentos de acción y comentarios ingeniosos; y aun así tiene tiempo suficiente para retratar el drama de una guerra de secesión, donde la miseria moral, se reparte a partes iguales entre yankees y sudistas. La cinta está llena de planos generales bellísimos, textura de época, estética detallista, y una fotografía de primer nivel; si a esto le sumamos la inmortal partitura de un Morricone en estado de gracia. El tema principal ya es él solito sinónimo del Western por excelencia. Aunque catalogado de western, el film trasciende sin embargo esa frontera; la proyección que Leone da a la historia, la convierten en uno de esos clásicos intemporales de notable influencia para nuevos creadores.



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